Desde el Shabat anterior al mes de Adar y hasta Pesaj, leemos como maftir (última porción de la porción semanal de la Torá), cuatro fragmentos distintos, los cuales nos brindan una enseñanza particular. La primera porción es conocida como Shekalim, en la cual se nos recuerda entregar la donación anual al Beit Hamikdash (Gran Templo de Jerusalem). Cada año, cada judío mayor a 20 años, debía donar medio shekel (aproximadamente 10 gr de plata pura) con el cual se compraría el sacrificio del año siguiente. De acuerdo a la Torá, el año comienza en Nisán, como nos dice Hashem en la salida de Egipto. En ese caso, Adar es el último mes del año, y por esa razón en él juntan las donaciones para el año siguiente.
La enseñanza de esta parashá es que para que la expiación sea completa, el sacrificio debe ser de todo el pueblo de Israel en forma conjunta y no tan solo de una parte de él.
Una vez que nos encontramos unidos a nivel nacional, podemos leer la siguiente parashá la cual nos habla de la mitzvá de recordar lo que nos hizo Amalek: luchó contra el pueblo de Israel, contra el mensaje que éste viene a traer al mundo, y contra nuestro Creador. Es por eso, que tan solo un Israel unido puede vencerlo. Esta parashá es siempre leída en el Shabat anterior a Purim, dado que como es sabido, Amán el malvado era descendiente de Amalek.
Luego, leemos la parashá que relata acerca de la purificación mediante las cenizas de la vaca roja, una de las tan difíciles mitzvot de comprender, pero la cual nos permitirá realizar el sacrificio de Pesaj en forma pura.
Por último, una vez que hemos pasado por el proceso de unión nacional, hemos eliminado los aspectos amalekitas de la realidad, los cuales no nos permiten unirnos a Hashem en forma completa. Y finalmente nos hemos purificado, estamos listos para recibir la santidad de Pesaj, mediante la parashá que nos anuncia que el mes de Nisán será el primero de los meses, enseñándonos a santificar los meses: primera mitzvá que Israel recibe como pueblo.
Dado que nos acercamos a Purim, y tal como hemos leído en el último shabat, nos concentraremos en Amalek e intentaremos analizar cuál es la razón por la que éste recibe un trato tan poco meritorio por la Torá.
Tres mitzvot se encuentran en el maftir de Shabat Zajor — el cual habla de Amalek. La primera es la de recordar lo que nos hizo ese malvado pueblo, la segunda es la de borrar el recuerdo de Amalek de la tierra, y la última es la de no olvidarnos lo que nos hicieron.
La primera pregunta que surge es ¿qué cosa tan grave nos hizo Amalek, que tenemos tantas advertencias respecto a él? Por eso recordamos que después de la salida de Egipto, cuando tan solo habíamos dejado la esclavitud -y aún estábamos debilitados por la misma-, Amalek no se apiada y sale a luchar contra el pueblo de Israel.
Nuestros sabios nos traen una parábola para explicar la gravedad del comportamiento de Amalek. Ellos explican que la situación se asimila a una bañera con agua hirviendo, donde todos se alejan de ella por miedo a quemarse, hasta que alguien se atreve a ingresar y entibia el agua.
Así sucedió con Amalek. Todos los pueblos temían al pueblo de Israel, debido a la fortaleza con la que Hashem los liberó de Egipto, sin embargo en el momento en que uno se atreve a atacar, este tan fuerte temor cae, y también el resto toma la osadía.
Amalek no pelea por una porción terrenal, sino por ideología. Amalek representa la raíz del mal en la tierra, se opone a la Torá, al hecho de que Hashem controla el mundo, a que Israel es su pueblo elegido y en especial a la idea Divina de traer mediante Israel, la corrección del mundo por medio de la misericordia y la verdad.
Los judíos por naturaleza son misericordiosos, y es por esa misma razón que el Creador nos debe ordenar en forma explícita la destrucción de dicho pueblo. Sin embargo, esta destrucción no es tan solo física, sino también espiritual. Amalek viene a dividir al pueblo, él desea que las cosas sean manejadas por la “naturaleza” y no acepta la intervención Divina.
El valor numérico de la palabra Amalek, tiene el mismo valor numérico que la palabra “safek”, duda. Es decir que el poder espiritual de este pueblo se basa en hacernos dudar sobre nuestra esencia, quiénes somos y cuál es nuestra relación con el Creador. Cuando el hombre duda de las cosas, le es más difícil conectarse con ellas, que cuando sabe que hay un solo camino y va por él tranquilo y pacífico.
La única forma de salir de la duda es mediante la “emuná”, la fe. Cuando uno cree en lo que hace, cree que va por el buen camino, entonces no hay Amalek que pueda desviarnos, no hay duda que estamos haciendo el bien. Pero para conseguir la fe, es necesario estudiar, rezar, conectarse al pueblo en general y a Hashem en particular.
“Cuando uno cree en lo que hace, cree que va por el buen camino, entonces no hay Amalek que pueda desviarnos, no hay duda que estamos haciendo el bien”.
Y es por esto que está escrito, “Dado que levantó su mano contra el trono divino, habrá guerra del Eterno contra Amalek a través de las generaciones”. En hebreo, trono se dice “kisé”, sin embargo, la palabra que figura en este pasuk es “kes”, falta la última letra, la letra alef, a lo que Rashi interpreta que mientras que el pueblo de Amalek, la idea que ellos representan, la oposición al liderazgo Divino en la tierra, siga en pie y no sea destruida, su trono no será completo.
Purim representa la festividad en que los judíos, a pesar de la asimilación que existía en esa época, eligen creer en D-ios, aceptan el camino de la Torá. Y esta fuerza es la que les permite vencer a Amalek, a Amán el malvado, y en consecuencia, ser merecedores de la salvación física y espiritual.
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https://www.youtube.com/watch?v=JCjNBn2XDsI
Fundadora de Yadá espacio de conexión profunda.