A partir de la parashá de Truma y hasta el final del libro de Shmot, la Torá describe todo lo necesario para la construcción del Mishkán, el tabernáculo, y sus elementos.

Pero no debemos de olvidarnos, que el pueblo de Israel se encuentra en el desierto de Sinai, ¿de dónde pueden ellos obtener en estos momentos maderas para tan grande y magnífica construcción?

El midrash Tanjuma cuenta que cuando Yaakov descendió a Egipto, trajo consigo semillas de árboles de Acacia y los plantó allí, sabiendo con ruaj hakodesh, que llegará el día en que el pueblo de Israel sea redimido de la esclavitud y deba construir el Mishkán en el desierto.

Esos árboles, dice el midrash, son los que dieron fuerza y esperanza al pueblo de Israel durante la esclavitud, los que les recordaban día a día que llegará un día en que serán redimidos.

Y cuando llegó el gran momento de la salida de Egipto, el pueblo de Israel los talló y los llevó consigo al desierto, cargándolos y esperando ansiosos que llegue la orden Divina de construir la casa de Hashem en este mundo, el gran tabernáculo.

De este midrash, aprendemos la importancia de vivir esperanzado, de no perder la fe, y de llevar acabo acciones que refuercen dicha esperanza, que nos lo recuerde de manera diaria, que llegará el día en que seremos redimidos, en que acabará nuestro sufrimiento.

La fe es la que nos mantiene vivos, la fe en la redención es la que nos permite seguir adelante. Una persona desesperanzada no tiene razón para levantarse por la mañana, siente que haga lo que haga nunca nada cambiará, está destinado a vivir con sufrimiento de por vida.

Yaakov y los hijos de Israel en Egipto, nos enseñan que nuestra tarea no es esperar de forma pasiva a la redención, sino adelantarnos a ella, “plantar las semillas para que ella suceda”.

¡Shabat shalom!

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