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Espiritualidad

¿Por qué ayunamos?

Tzvia Kusminsky

Cinco ayunos han sido decretados por nuestros sabios en recuerdo ha distintas desgracias que le ocurrieron a nuestro pueblo y uno ha sido establecido por la Torá como expiación de nuestros pecados. Iom Kipur y el 9 de Av, son ayunos que comienzan en el atardecer y terminan con la salida de las estrellas del día siguiente. El resto de los ayunos, comienzan con el alba y finalizan con la salida de las estrellas.

Una vez, una persona me comentó una forma fácil de recordarlos: hombre — mujer (Esther y Guedaliá); blanco y negro (Iom Kipur, en el cual nos vestimos de blanco y Tishá ve Av en el cual estamos de luto por la destrucción del Templo); y por último corto y largo (10 de Tevet, que es el ayuno más corto de todos dado que tiene lugar en el invierno y 17 de Tamuz, el más largo de todos los ayunos que comienzan con el alba, dado que tiene lugar en el verano).

Una pregunta que de seguro muchos de ustedes se han formulado, es por qué nuestros sabios decretaron ayunos en recuerdo a las tragedias, cuál es el objetivo de los mismos y por qué no fue otro medio escogido en su lugar.

El Rambám, Rabí Moshe Ben Maimón, explica que el objetivo del ayuno no es el ayuno mismo, sino que la persona realice teshuvá y se arrepienta por sus actos. No solo eso, sino que quien ha ayunado pero no se ha detenido a realizar un balance, su ayuno no ha cumplido su objetivo.

Mediante la conexión al pecado de nuestros antecesores, dado que cada ayuno representa otra situación en la cual nuestros antepasados pecaron, nos conectamos a nuestros propios errores y realizamos teshuvá por los mismos.

En el “Sefer Hatodaá”, el Rab Eliahu Ki Tov, explica que el ayuno es tan solo el medio para lograr el fin, el arrepentimiento y la corrección de los actos. Como prueba, trae los dichos de la guemará en el Tratado de Taanit 22a, la cual comenta que en la época de la Mishná, cuando fijaban un ayuno público, en especial cuando no caían lluvias, sacaban el arca del Beit Hakneset a la calle de la ciudad, le ponían cenizas encima (símbolo de duelo) y el Nasí y el Ab Beit Din (los dos cargos más importantes del Sanhedrín), el más anciano decía: hermanos, no está dicho sobre los hombres de Ninvé y vió Elokim el duelo y el ayuno de estos, sino y vió Elokim sus actos, porque se arrepintieron y retornaron al camino recto.

Es decir, que la misma Guemará comprende del libro de Yoná, que el duelo y el ayuno de la población de Ninvé, no fue lo que hizo que Hashem los perdone, sino que fue ese duelo el que los ayudó a realizar un balance general respecto a sus actos, a arrepentirse de los mismos y a volver a la senda correcta.

Asimismo, la misma sensación de hambre, el hecho de que sentimos vacío, es el que nos ayuda a reflexionar. El hambre nos ayuda a sentir la sensación de pérdida y de daño.

Rabi Najman escribe, que la mayor parte de nuestros pecados suceden debido a que en el momento del pecado creemos que no tenemos la fuerza de atravesarlos. Sin embargo, el ayuno, nos permite darnos cuenta que tenemos la fuerza interna para no comer durante todo el día, y en el momento en que descubrimos esta fuerza interior, tomamos valentía para enfrentar otros desafíos.

Una gran relación existe entre los sacrificios y el ayuno. En muchos sidurim figura una plegaria especial que es leída al fin de la amidá de minjá, en el día de ayuno. La misma dice: “Soberano de todos los mundos, Tú sabes que en el tiempo del Templo, quien pecaba traía un sacrificio y de él sacrificaban tan solo la grasa y la sangre y Tú con Tu gran misericordia expiabas. Y ahora ayuné, y mi sangre y mi grasa disminuyeron. Sea Tú voluntad que la disminución de mi grasa y de mi sangre, sea como si los hubiese sacrificado en el altar, y sean aceptados”.

Es decir, que así como en la época del Templo eran entregados sacrificios para lograr expiación, de la misma forma, nosotros ayunamos. A través del ayuno nos arrepentimos de nuestros actos y esperamos que el Kadosh Baruj Hú expíe los mismos con su misericordia.

Tzvia Kusminsky

Autor

Fundadora de Yadá espacio de conexión profunda.

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