Ayer a la noche, tuvo lugar el conmovedor acto de Iom Hazikaron en todo Israel, y posiblemente en varios lugares de la diáspora.

Valientes soldados e inocentes víctimas de ataques terroristas fueron recordados y su memoria fue bendecida. 

Una de las más conmovedoras partes del acto es cuando los nombres de los familiares de los habitantes del las ciudad son mencionados, ya sean tíos, abuelos o casos más cercanos como hermanos, padres e hijos.

Exactamente el mismo acto es realizado en cada ciudad, Tel Aviv, Jerusalem, Tzfat y demás.

La primera vez que llegué a Israel, a los 16 años, lo hice en el marco de Marcha por la Vida, estuve una semana en Polonia para la fecha de Iom Hashoá y una semana en Israel para Iom Haatzmaut.

En Iom Hazikarón, nos llevaron a Tiberíades. Allí, hicieron exactamente lo mismo, leyeron cada uno de los nombres de los caídos pertenecientes a la ciudad, desde la declaración del Estado de Israel y hasta el día de hoy.

Este acto de benevolencia hacia quienes entregaron su alma por nuestro país, nos enseña una gran lección con respecto a nuestra nación y nuestro pueblo. 

No conozco otro país, excepto Israel, en que el nombre de cada soldado caído no solo que es conocido, sino que una vez por año es recordado. No conozco otro país, excepto Israel, en que no haya una estatua en honor al soldado desconocido.

El judío, es un pueblo moral, y el recordar a cada uno de nuestros queridos nos fortalece y nos permite aclarar cuál es nuestro objetivo en este mundo. Es importante esforzarse por que Iom Hazikarón no sea un día en que todos se entristecen por los caídos y la situación del país, sino un día en que valoramos la valentía y la devoción de estos por nuestro pueblo. 

Ese coraje y amor, es el que debe darnos fuerza para seguir adelante. Para que su muerte no haya sido en vano, debemos continuar con lo que ellos comenzaron, debemos ayudar a Israel a desarrollarse, a avanzar y comprender finalmente que nuestro pueblo tiene un rol especial sobre esta tierra, ser “luz para los pueblos”.

Hoy a la noche, comenzarán los festejos por la independencia del Estado de Israel. La creación del estado, a ojos de muchos de los que vivían en esa época, era algo iluso y utópico. 

¿Quién podría pensar que, en un desierto, como el que había aquí antes de que lleguen los jalutzim, podría desarrollarse un estado tan avanzado? 

¿Quién podría creer que triunfaríamos en la Guerra de la Independencia, en nuestra lucha contra las potencias árabes, cuando según lo que dicen había un arma cada tres personas, con 60 balas por arma?

Evidentemente, que sin la ayuda de Hashem, y sin ese poder especial del pueblo judío del cual hablamos, no hubiese sido posible. 

El increíble traspaso de la tristeza a la alegría, en tan poco tiempo, es lo que nos identifica como pueblo, es nuestra fortaleza. La capacidad de llorar y dar lugar al duelo, pero no enterrarse con el muerto, sino tomar su inspiración para crecer, desarrollarse y ayudar a nuestro país, es lo que nos ha llevado al lugar en que estamos ahora. 

Quiera Hashem continuar fortaleciéndonos, para así poder seguir defendiéndonos de todo aquel que intenta destruirnos, que nos otorgue sabiduría para comprender la importancia de apoyar a nuestro país y nos permita así presenciar la llegada del Mashiaj, pronto en nuestros días.